1. El error estructural de Occidente
Occidente sigue tropezando con el mismo sesgo: analiza a China con lentes ajenos, proyectando sus propias fobias, esperanzas y categorías sobre una civilización que responde a otra lógica. Se la malinterpreta, se la teme o se la caricaturiza. Pero China no es un régimen autoritario con esteroides ni un milagro económico inexplicable. Es una civilización viva que ha sabido renovarse sin romper sus raíces.
Adrián Díaz Marro, con más de veinte años en la China profunda, lo dice sin eufemismos: comprender a China exige más humildad y menos dogma. La clave no está en juzgarla, sino en estudiarla. Y en su libro, despliega 21 claves que permiten hacer justamente eso.
2. Logros irrebatibles que Occidente sigue ignorando
China pasó en cuatro décadas de ser más pobre que el África subsahariana a convertirse en el motor industrial, tecnológico y comercial del planeta. Lidera sectores como 5G, inteligencia artificial, energía solar, baterías, movilidad eléctrica, telecomunicaciones y construcción. Este desarrollo no se produjo copiando modelos ajenos, sino activando su propio ADN institucional.
El modelo chino no depende de la democracia liberal ni del capitalismo clásico. Funciona bajo una lógica híbrida que combina planificación estratégica adaptativa, emprendimiento competitivo y un orden sociopolítico basado en jerarquía, mérito y deber colectivo. Todo esto sustentado por un confucianismo operativo que estructura desde la educación hasta el liderazgo político.
3. Las 21 claves para comprender el fenómeno chino
Desde su economía hasta su visión del futuro, China ofrece un paradigma alternativo al orden occidental. Díaz Marro las agrupa en cinco grandes dimensiones:
– En lo económico, su crecimiento impacta al mundo entero. La iniciativa de la Franja y la Ruta reconfigura rutas comerciales. Invierte en innovación tecnológica de punta, pero enfrenta desafíos internos como la desigualdad, el sobreendeudamiento y el estallido de su burbuja inmobiliaria.
– En política y gobernanza, el Partido Comunista Chino ejerce el poder sin alternancia pero con notable legitimidad. El llamado “sueño chino” apela al orgullo nacional, a la reunificación territorial (casos de Taiwán y Hong Kong) y al fortalecimiento interno, mientras mantiene férreo control social mediante vigilancia tecnológica.
– En sociedad y cultura, los cambios demográficos, la urbanización masiva, la presión educativa sobre los jóvenes y la coexistencia entre tradición y modernización marcan una sociedad en profunda transformación. El individuo existe dentro del colectivo, pero la movilidad social es real.
– En relaciones internacionales y geopolítica, China no busca imponer su modelo, pero sí consolidar su influencia. Se vincula con Estados Unidos, Europa y América Latina con pragmatismo. Defiende sus intereses en foros multilaterales, insiste en su soberanía sobre el Mar de China Meridional y despliega un poder blando eficaz, aunque poco comprendido por Occidente.
– En sus desafíos y perspectivas futuras, enfrenta un dilema ecológico de grandes proporciones, una población que envejece rápido y una transición difícil hacia un nuevo modelo de desarrollo. Pero el rumbo está trazado: China quiere ser superpotencia sin replicar a los imperios pasados. No exportará una ideología. Pero sí un equilibrio nuevo.
4. Más allá del prejuicio: claves internas de su funcionamiento
El “confucianismo operativo” no es folclore. Define una lógica estatal donde la política no es lucha de poder sino instrumento de armonía. La meritocracia real se impone sobre el clientelismo. Los planes quinquenales no son dogmas desde arriba sino marcos adaptativos para lo que ya se viene gestando desde abajo. El pragmatismo comercial no exige conversión ideológica: basta con que haya estabilidad y cooperación.
Y todo esto se sostiene sin necesidad de buscar guerras ni enemigos. China no actúa desde la emocionalidad expansionista ni busca revancha. Exige respeto.
5. Lo que América Latina debería aprender (empezando por Uruguay)
Mirar para otro lado ante este cambio de época es una forma de suicidio estratégico. Vivir de espaldas a China nos encierra en esquemas viejos, mientras el mundo se reorganiza.
No se trata de imitar a China, ni de caer rendidos ante su poder, sino de entender su lógica y sus prioridades. Hay que estudiar su institucionalidad, su entramado tecnológico, sus corredores logísticos, su visión de largo plazo. Y desde ahí, diseñar caminos propios de cooperación inteligente.
6. Conclusión: un espejo y un llamado a estudiar
China no es una amenaza, pero tampoco es una fantasía. Es otra cosa. Un espejo incómodo. Quien quiera ver en ella solo un régimen cerrado, se perderá la revolución silenciosa que está en marcha. Hay dos formas de pararse ante su ascenso: con soberbia o con coraje.
Díaz Marro lo resume sin rodeos: “No vayan a evangelizar a los nativos. Vayan a aprender”.
Y en eso estamos.
Análisis Estratégico por: Tacitus Australis – Julio de 2025
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